FELIPILLO Y BAYANO
Panameños Ilustres
Jorge Conte-Porras
2004

La esclavitud de los negros africanos se remonta a Europa. italianos, portugueses y españoles la habían ejercido este tráfico inhumano y cruel desde los inicios del siglo XV. Tan pronto como se emprendió la conquista del Nuevo Mundo los frailes dominicos, aterrorizados por las crueldades que se cometían contra los nativos de América, iniciaron una cruzada de denuncias contra los excesos que se cometían contra esa población indefensa, y entre ellos el más destacado defensor de nuestro indígena resultó ser Fray Bartolomé de las Casas.
Impulsado por estas denuncias, primero Isabela de Castilla y luego Carlos I de España dictaron una serie de disposiciones en defensa de los indígenas de América, y desde el reinado de su sucesor, Felipe II se inició en forma intensa el comercio esclavista, que la monarquía observa como el medio menos costoso para favorecer ciertas faenas especificas como la agricultura y la minería.
Muy cruel ha debido ser el trato que recibieron estos negros africanos, pues las rebeliones de los negros africanos importados al Nuevo Mundo empezaron casi de inmediato desde los inicios del periodo colonial hispánico. Podemos observar por ejemplo las denuncias por las fugas en masa de los negros esclavizados, que dieron origen a lo que se conoció desde entonces como las colonias de cimarrones, o palenques de negros, que al escapar preferían volver a la vida primitiva a la que estaban acostumbrados en su lugar de origen.
Tenemos noticias del primer alzamiento de negros ocurrido en Panamá en el año de 1527, en donde victimas de la desesperación por el trato recibido, se rebelaron contra las autoridades, pero fueron brutalmente sometidos, tras una sangrienta lucha.
En los archivos coloniales de España existe una copiosa documentación de los denominados Palenques de Negros y en donde se describe toda la vida social de estas comunidades de libertos, desde sus viviendas, hasta sus fortificaciones, sus actividades festivas y su posterior vinculación con piratas y contrabandistas, como un medio de autodefensa.
Las primeras rebeliones de negros en Panamá tuvieron por escenario Nombre de Dios en el siglo XVI, pero después se extendieron al sector del Mar Pacífico.
Podríamos apelar en primera instancia a la voluminosa obra “Indios y Negros en Panamá en los siglos XVI y XVII” que constituye una compilación de documentos de los archivos coloniales, obra de excepción de Carlos F. Jopling, y en donde nos describe en detalle todo el proceso de surgimiento y evolución de las sociedades cimarronas, identificando entre otros a los protagonistas más sobresalientes de este drama en Panamá, Bayano y Felipillo.
En el poema extenso conocido como Armas Antártidas de Juan de Miramontes y Zuazola, se nos dice que los cimarrones acostumbran a vivir una vida sencilla pero sin un concepto claro de la institución familiar. Era un grupo muy unido con sus jerarquías, que dependían de un jefe autocrático, y en donde jugaba un papel muy importante el santero o brujo.
Esta obra en verso Armas Antártidas exalta el heroísmo de las figuras de Luis de Mozambique, Antón Mandinga, Bayano y Felipillo, a quienes se califica como hombres audaces y temerarios, señalando en cada instante sus vínculos con los piratas, especialmente en su trato con Francisco Drake y Juan Oxeham.
Este importante vínculo con los piratas les permitía contar con armas, a cambio de su colaboración en las incursiones a Tierra Firme. Una de las actividades más importantes de los negros cimarrones era en todo momento el comercio ilícito que llevaban a cabo con el apoyo de los contrabandistas.
Muy famoso se hizo en las tierras del Darien, un negro africano llamado Bayano, al que los cimarrones le dieron el calificativo de su rey, y cuyas hazañas trascendieron más allá de nuestras fronteras.
A su alzamiento contra las autoridades siguieron muchos otros, lo que obligó en innumerables oportunidades a la propia Corona Hispánica a dictar disposiciones para tolerar la existencia de estas colonias de negros, y reconocérseles su libertad, de ahí su denominación de negros libertos.
Sobre el tema podemos referirnos entre otras a la obra La Trata Esclavista en el Istmo de Panamá de Arturo Guzmán Navarro, quien nos da detalles del proceso de manumisión por medio del cual las autoridades coloniales en algunos casos hicieron un reconocimiento de libertad a ciertos negros esclavos, algunas veces por servicios prestados a la Corona. Se trata de un fenómeno repetido en cada una de las latitudes de América.
Los cimarrones muchas veces emprendían su escapada de los centros urbanos en donde se encontraban instalados, para vivir como nómadas, pero de manera posterior al reunirse formalmente con grupos más numerosos, trataban de establecer una comunidad con sus viviendas estableciendo sus propios reglamentos para organizar una nueva vida urbana.
Parte importante de este procedimiento resultaba la elección de un capitán, a quien se le otorgaba un mando como de supremo juez, quien debía dirigir a su vez una cuadrilla de defensa de la comunidad.
La necesidad de defenderse de los ataques de las autoridades coloniales los obligó a mantener vigías y a edificar fortificaciones para la defensa de su  patrimonio.
La actitud original de la colonia hispánica fue la de combatirlos con todas las fuerzas, empero la situación se fue haciendo cada vez más difícil, pues estos vivían al amparo de los montes, atacando a su vez por sorpresa las comunidades urbanas de la colonia americana.
Es muy probable que desde el inicio de este proceso colonizador al margen de las autoridades hispánicas, muchos de los grupos indígenas se fueran integrando a estas comunidades para establecer las colonias de zambos.
Ante esta situación que se fue acrecentando cada día sin que las autoridades coloniales pudieran acabar con ellas, las Misiones Religiosas trataron de mediar entre los cimarrones y las autoridades hispánicas.
Las Misiones tenían un ánimo pacificador, y su participación más activa era evitar la agresividad de los negros alzados por medio del proceso de la evangelización dentro de esta población marginal, comprometiéndose a organizar entre ellos los denominados Cabildos de Negros, que les permitió su propia organización política, y el cumplimiento de sus deberes religiosos, mediante la concesión de un Santo Patrono. Estos Cabildos de Negros impulsaron además el desarrollo cultural de un folclore propio.
El sociólogo cubano Manuel Moreno Fraginals en su obra “Africa en América Latina” nos ofrece valiosa información sobre estos Cabildos de Negros.
“Estos Cabildos fueron organizaciones de negros, criollos o africanos, siempre libres, que perseguían fines de ayuda mutua y recreo colectivo, y tendían a mantener la cohesión social entre africanos de una misma étnica, auspiciados por el gobierno colonial, como práctica divisionista entre la población negra libre, y que a la postre se constituyeron en verdaderos centros de conservación de las tradiciones africanas. Se sabe que estos Cabildos celebraban reuniones para cantar y bailar.”
El 6 de enero era una fiesta altamente significativa para los Cabildos de Negros, pues dentro del santoral católico esta la fecha de la Epifanía o Adoración a los Reyes Magos. en ella se permitía a los Cabildos de Negros celebrar su jubileo carnavalesco; ese día salen a bailar y a competir entre si los diferentes Cabildos y sus comparsas; entonces se veían lucir los tambores de varias órdenes, tamboriles, maracas, cascabeles, triángulos, campanas. rayos, trompetas o cuernos, pitos, y otros instrumentos musicales.”
De aquí se deriva ese hermoso folclore entre nosotros de los congos, que ha sido tradicional tanto entre los negros de la costa del Mar Atlántico, como dentro de los que desde el periodo colonial se instalaron en las pesquerías de perlas en las islas del Golfo de Panamá.
Hernán Francisco Porras en su ensayo Papel Histórico de los grupos humanos en Panamá nos ofrece una visión particular de este fenómeno social, presentándonos un panorama de la evolución histórica del negro panameño.
“El cimarrón o esclavo fugitivo constituyo, por razones muy explicables, la primera gran amenaza a la incipiente nacionalidad. Su alianza con bucaneros y la alianza paralela con el indígena selvático, amenazo con dar al traste con la colonización española en el Istmo y convertir a la hoy Republica de Panamá en un Belice o una Mosquitia. Su gesta heroica, sin embargo, ilustra como pocas la lucha por la libertad, pero terminada la contienda, se desintegra como grupo y pasa al limbo del anonimato, al margen de la historia posterior.”
Nosotros no podemos desconocer que el negro se sintió panameño desde que arribó a las tierras del Istmo, y sin posibilidad de retorno a su tierra de origen. Desde entonces su llegada a nuestro territorio ha participado en cada una de las gestas para alcanzar nuestra libertad.
Basta revisar nuestra historia del siglo XIX y sus jornadas en defensa de la nacionalidad amenazada por el neocolonialismo norteamericano, en su afán de establecer un dominio de la ruta transistmica, para comprender la importancia del papel protagónico que en todo momento asumieron los negros panameños instalados en los aledaños de la ciudad de Panamá.
Como una muestra podemos evocar su participación en los incidentes de la Tajada de Sandia, tal como la describe Pablo Arosemena, quien exalta la contribución de los negros santaneros en la defensa de la nacionalidad tempranamente amenazada por el expansionismo colonial norteamericano.
Podernos desconocer lo que significó en el desarrollo de nuestra identidad istmeñista del siglo XIX la presencia de los negros y sus dirigentes del arrabal santanero en sus luchas políticas en defensa de los principios de la democracia liberal.
Maria del Carmen Mena García en su obra La Sociedad de Panamá en el siglo XVI nos ofrece detalles de los alzamientos de negros cimarrones ocurridos en Panamá desde el inicio del periodo colonial y como respuesta a los severos castigos impuestos por las autoridades y tenedores de esclavos.  Ella destaca individualmente la gesta del negro Bayano, que se hizo muy popular porque sus hazañas trascendieron mas allá de los linderos de la Gobernación de Panamá.
Dentro de estos personajes Felipillo ocupa un lugar especial como un símbolo de los negros oprimidos en busca de su libertad.
Ella nos ofrece información particular sobre el caudillo de los cimarrones conocido como Felipillo “negro ladino y muy astuto, que trabajaba en la Isla de las Perlas, como capitán de negro de conchas en las pesquerías de perlas, y quien de manera conjunta con otros negros logró escapar hacia el Golfo de San Miguel, a treinta leguas de la ciudad de Panamá en donde estableció su palenque.”
“En ese reducto trató de rehacer su vida primitiva, pero reorganizando la vida social en forma pacifica, su primera preocupación la defensa de la colonia. De las maderas mas duras elaboraban arcos y flechas, de la caña cuchillos, y del hierro de las cadenas y argollas lanzas y puntas para las flechas; Felipillo termina por entronizar el terror por toda la región.”
Dentro de los palenques más importantes de nuestra tierra podemos mencionar a los de Antón Mandinga,  Luis de Mozambique, personajes de los que se ocupa en detalle Armando Fortune, y los cuales se encontraban ubicada en las inmediaciones de Chepo y Pacora.
Encontramos en la obra Guía Histórica de Panamá una referencia especifica sobre el cimarrón Felipillo, quien había huido del Archipiélago de las Perlas de donde era nativo, y quien arrastró consigo otros negros para conformar en las orillas del Golfo del Darién un palenque bajo la protección del Arcángel San Miguel
Tal como el caudillo cimarrón Bayano, nuestro Felipillo, se convirtió en una leyenda para todos los cimarrones de América, por su tenaz resistencia contra las fuerzas militares de España que se lanzaron por un periodo prolongado contra su concentración de negros libertos.
El pretendía establecer una comunidad en convivencia pacifica, sin conflicto con las autoridades coloniales. Adiestró a su gente en las artes de la cacería y la pesca, sin descuidar las labores de la labranza de la tierra.
Cada noche, en las poblaciones urbanas de los colonizadores, cuadrillas enteras de negros africanos, o descendientes de ellos, se levantaban en silencio, cargando sus enseres, para adelantarse por los caminos al encuentro de la comunidad organizada por Felipillo, que se fue haciendo mas famosa cada día.
Felipillo que era un fiel practicante de las doctrinas del cristianismo se esforzaba en recibirlos con el ánimo de integrarlos a la vida pacifica de su comunidad, pero asediado por las diferentes incursiones de los soldados españoles se vio en la necesidad de defenderse.
Su reacción fue violenta y en el año de 1549 tras sangrientos combates, el nombre de Felipillo se hizo sinónimo de asalto; atacaba a los viajeros para despojarlos de sus armas y de otras pertenencias. Esto trajo como consecuencia un estado de pánico generalizado en la ciudad de Panamá.
Después de continuados combates con una disimulada desventaja por la inferioridad de sus armas, Felipillo se fue debilitando, hasta su final enfrentamiento con el Capitán Francisco Carreño.
Armando Fortune ha de darnos detalles sobre a destrucción final de la comunidad establecida por Felipillo, quien derrotado en fiero combate, cayó victima de un cruel martirio, tras su despedazamiento ( amarrado a cuatro bestias).
“Y ello lo encuentran en la persona de Felipillo, negro ladino de grandes cualidades, audaz y temerario, de inteligencia privilegiada. quien se alzó y huyo de las pesquerías de perlas, arrastrando consigo a otros negros, y a quien se le unen otros negros de la costa del Mar Pacifico, e inicia de inmediato la depredación de la región.”
“Al establecer su comunidad empiezan a levantar sus viviendas,  a fabricar armas, a dedicarse al cultivo de plantas, pero ante el crecimiento de su palenque el Gobernador Sancho Clavito atemorizado, organiza una expedición militar al frente de la cual se coloca a! Capitán Francisco Carreño, quien tras sacrificar en forma salvaje a Felipillo destruye su comunidad.”
Otro tanto nos dice Roberto de la Guardia quien nos presenta en su obra sobre la negritud, abundante información documental sobre la gesta heroica del negro Felipillo. Según él, nuestro personaje provenía de una de las islas del archipiélago, tal vez Saboga o Pacheca.
La derrota de Felipillo no hizo más que convertirlo en un ser legendario al que se le dedicaron muchos poemas, representaciones dramáticas, y aun muchos cantos como exaltación a su valor heroico.
La Dra. Elsa Mercado en su obra El Hombre y la Tierra en Panamá en el siglo XVI nos describe este fenómeno social en la siguiente cita.
“Empujados por la condición miserable a que se les sometió en la tierra a la que habían sido replantados, trataron de evadir la esclavitud, y al desertar de los trabajos a que Vivian sometidos, buscaron refugio en las selvas; al grupo primitivo poco después se fueron sumando otros negros, y que al lograr escapar fueron auxiliados por los cimarrones, nombre que se le dio a los negros alzados, constituyendo así un grupo numeroso, que designaron por jefe a un negro como ellos de nombre Bayano, a quien dieron el titulo de rey.”
En cuanto a Bayano éste tuvo más suerte que Felipillo, pues las autoridades hispánicas llegaron a un acuerdo con él. Con gran habilidad fueron ganando su confianza pero a quien finalmente tomaron prisionero.
Desarmado Bayano, se llego a un acuerdo con los cimarrones para permitirles establecer sus palenques en Nombre de Dios en donde se les autorizaba vivir en plena libertad; en cuanto a Bayano éste fue enviado al Perú, a fin de que el Virrey impartiese las instrucciones pertinentes al rey de los cimarrones. Finalmente fue enviado a España, y se asegura que murió en Sevilla, libre, pero sin posibilidad de poder reiniciar su gesta de liberación de los negros africanos del Istmo.
Nuestra identidad cultural se fue conformando desde el periodo colonial hispánico con los aportes culturales de los negros de origen africano, que al integrarse a los otros grupos humanos de nuestra tierra, dieron origen a la formación de nuestra cultura mestiza.
Estas manifestaciones deben considerarse el estamento clásico dc nuestra nacionalidad, tal vez su contribución más sobresaliente la podemos encontrar en la exuberancia de nuestras manifestaciones folclóricas, en los símbolos de nuestras conmemoraciones festivas en nuestra música y en nuestras danzas, nuestros instrumentos musicales y nuestros vestidos típicos, sin desconocer la producción literaria, sobre todo en nuestra poesía.