Origen africano de Ia Cucarachita Mandinga

Es un ensayo publicado en el número de la revista Caminos correspondiente a agosto y septiembre de 1937 (reproducido en Lotería, numero 221, de julio de 1974) intitulado “Divagaciones sobre la fábula de la Cucarachita Mandinga y sobre una posible resurrección del Ratón Pérez”, traté de investigar el origen de este famoso apólogo cuyo aroma romántico-farsesco flota sobre los pueblos del Caribe de modo tan sutil que hasta tal vez pequé de exceso estimativo al compararlo con Romeo y Julieta y con Tristán e Iseo. La fuente primordial de las fábulas se halla en Oriente y es el famoso Panchatantra, libro que se supone influido por Esopo. Una selecta traducción de estos apólogos, intitulada Hitopadesa (o buena enseñanza) fue popular entre los árabes y, a través de ellos, llegó a España en las páginas del Calila y Dimna, libro del que posiblemente se nutren don Juan Manuel y los fabulistas modernos Iriarte y Samaniego, a no ser que éstos hubieran abrevado directamente en La Fontaine.

Tanto en las fábulas de la India, como en los pocos apólogos africanos recogidos por León Frobenius en El Decamerón negro, prevalece el carácter zoológico de los cuentos. Los animales actúan y piensan como los hombres. No olvidemos que en La divina comedia, Dante, al extraviarse en la selva oscura, tropieza con tres fieras: una pantera, una loba y un león, que simbolizan sucesivamente la lujuria, la avaricia y la soberbia. Y es de notar que estas connotaciones son parejas en casi todo el mundo. La zorra y el conejo representan la astucia; el lobo, el chacal y el tigre, la crueldad; el león, la fuerza y la soberbia; la serpiente, la insidia; la paloma, la castidad; la oveja, la mansedumbre y así sucesivamente.

Los animales personalizados en casi todas las fábulas pierden sus propias características biológicas que los hacen parecer repulsivos como, ocurre específicamente con los ratones y las cucarachas. Al transformarse en héroes adquieren sentimientos humanos. Lo más curioso, además, es que en las fábulas pierde importancia la diferencia de tamaños, edades y especies. En el apólogo que nos ocupa, la Cucarachita mandinga busca marido entre animales de diversa índole. Habría podido casarse con el toro o el caballo, el cerdo o el pato o el sapo, si no la hubieran asustado. Prefirió su connubio con el ratón.

Fernán Caballero trata el tema de La Cucarachita Mandinga en su cuento “La Hormiguita”, que se hizo popular en diversos países latinoamericanos en los que a veces la heroína  llegó a llamarse la Hormiguita Martina.

En el prólogo de su libro Los cuentos de la tía Panchita, Carmen Lyra demuestra conocer “La Hormiguita” de Fernán Caballero, pero explica que el cuento de la Cucarachita Mandinga lo oyó de labios de su tía Panchita, quien a su vez lo supo por “quien sabe qué abuela o vieja china”. Y agrega: “Mandinga? .Ninguna de las definiciones que sobre esta palabra del diccionario responde a la que los niños nos dábamos, sin emplear palabras, de aquel calificativo que se agitaba como una traviesa llamita nacarada sobre La cabeza de La coqueta criatura”.

Es la nana o la abuela africana la que contó en Brasil y en los países del Caribe la romántica fábula de la Cucarachita Mandinga. El mismo título del cuento hace pensar en su prosapia africana. Los mandingas son negros del alto Senegal y del alto Níger cuyo grupo racial incluye a los banmaras, los malinkés y los soninkés. Los negreros los preferían por su belleza, coraje, gallardía y elegancia. Los jóvenes mandingas de ambos sexos eran pagados a los más altos precios. La Cucarachita Mandinga simboliza, pues, una negrita simpática y muy bella.

Delafosse, en su libro sobre los negros, habla de una famosa civilización mandinga entre los siglos XIV y XVI. ¿Se debe, pues, la fábula de nuestra pizpireta Cucarachita a la imaginación creadora de algún diali (juglar) de la corte mandinga? Nos lo hace suponer, además del vocablo distintivo, el hecho de preferir al alimento las cintas, el lujo y lo sexual, características de innegable raigambre africana.



Rogelio Sinán
para el internet: Anthony McLean H.